TALLER: JOSÉ EMILIO PACHECO

Por: Willard Díaz
No sé mucho sobre José Emilio Pacheco. En los años 80 conocí su poesía y me maravilló su musicalidad para decir en lenguaje llano cuán dolorosa puede ser la vida. Luego, según yo, esos dones disminuyeron a medida que se adentraba en la academia y la gestión cultural. Cuando supe de su muerte, en enero de 2014, sentí la pérdida de un amigo de mi juventud. Hace poco hallé un archivo de YouTube con una conferencia que dio en un ciclo para abogados, en Méjico, sobre “El cuento y la novela como formas de conocimiento”. Aquí comento en breve un par de las muchas ideas que Pacheco expresó esa vez.
La idea central fue que la literatura narrativa es no solo un arte sino una manera —implicada en el propio lenguaje— de conocer el mundo. Esa idea, en realidad, es antigua. La hallamos en Aristóteles, pero en su versión moderna está en Georg Lukacs para quien el arte, en general, es una de las tres formas del conocimiento (junto al conocimiento de la vida cotidiana y al científico), y está mejor desarrollada en los libros de Jerome Bruner y de Paul Ricoeur, entre otros. Para darnos a conocer ante otros contamos breves relatos de nuestra vida, para animar las conversaciones contamos anécdotas, los diarios traen relatos como noticias, vemos mucha televisión, leemos y vamos al cine. El relato es la más importante y más numerosa forma de relación que tenemos con el mundo. José Emilio Pacheco lo hizo notar en su conferencia, y señaló luego una diferencia con el relato literario, sea de cuentos o de novelas: su ficcionalidad, su cualidad de parecer historias del mundo real cuando en realidad son propuestas de mundos alternos, posibles y a veces necesarios, que nos encandilan con la magia de un juego compartido con el autor.
Además, la novela aparece recién con la sociedad moderna, y aunque el relato existe desde siempre, dijo Pacheco, el cuento moderno apenas tiene ciento cincuenta años.
Cuando le preguntaron si creía que internet era un peligro para la novela contestó que, a su parecer, el verdadero peligro para la literatura era la superabundancia. “Mire nomás —dijo—. El año pasado solo en Francia se han publicado sesenta mil novelas. ¿Quién podría leerlas todas?”. Y uno piensa de inmediato en el boom de la autopublicación y de las editoriales llamadas “independientes” en el Perú y en América Latina: en medio de tanto libro resulta difícil decir cuál es bueno, cuál regular y cuál malo; y lo que es peor, hoy los propios escritores generalmente se confunden.