JOSÉ DOMINGO CHOQUEHUANCA BORDA : EL URBANIZADOR DEL PUEBLO

El legado del fundador de AUPA que transformó Arequipa desde sus cimientos.

En los años 60, mientras muchos sectores de la ciudad vivían de espaldas a la realidad de los pueblos jóvenes y las barriadas emergentes, un hombre tomó la decisión de cambiar la historia. No con discursos, sino con organización, trabajo comunitario y visión. Ese hombre fue José Domingo Choquehuanca Borda, el fundador y presidente de la Asociación de Urbanizaciones Populares y Pueblos Jóvenes de Arequipa (AUPA), quien asumió el liderazgo en 1964 y desplegó una obra que marcó un antes y un después en el desarrollo urbano y social de Arequipa.

Por su parte, la ciudad de Arequipa empezaba a romper los esquemas tradicionales, con la creación de Asociación de Urbanizaciones Populares, donde familias de todo estrato social buscaban un lugar en el que vivir, dando motivo a una nueva estructura urbanística

La gestación de AUPA estuvo ligada íntimamente con las acciones de la Junta de Rehabilitación de Arequipa.  Siendo su  primer presidente el doctor Juan A. Bustamante de la Fuente, quien empezó solo, debido a que la ayuda técnica norteamericana se estaba tardando mucho. Bustamante dirigió la Junta con un presupuesto exiguo, en cinco meses tenía un plan trienal de acción que tomaba en cuenta, aparte de la reconstrucción de las viviendas, la restauración de monumentos y la estrategia de promoción económica.

El Dr. Bustamante aplicó un plan de tres tipos de ayuda, según consta en el informe que la JRDA publicó en 1968: “En 1958 comenzó a levantarse (…) el campamento de Ciudad Mi Trabajo, para quienes quedaron totalmente desvalidos como consecuencia de los terremotos; el segundo programa se orientó a las barriadas o urbanizaciones populares, apoyándose las construcciones de viviendas; y el tercer plan fue a favor de la auténtica clase media, adquiriéndose para la Cooperativa de Fecia un terreno anexo a la fábrica de hilados Lanificio”.

AUPA data aproximadamente del año 1960, previamente tuvo la denominación “Pueblos Jóvenes y Asentamientos Humanos”, poco tiempo después se convertiría en “Asociación de Urbanizaciones Populares de Arequipa”, la gloriosa AUPA.

Inicialmente, esta tarea estuvo constituida por don José Domingo Choquehuanca (presidente de la Urb. Jesús María), Lucio Fernando Galdos Paz (Congata), Maximiliano Paz Bernal ( Dolores), Enrique Martínez (Alto La Libertad), Mariano Rodríguez (13 de Enero), Victoria Corzo (Hunter), entre otros.

Su plan ante las autoridades de Arequipa, se focalizaron en los siguiente sobjetivos:

Don José Domingo, además, debía organizar, defender y dignificar a los pobladores que levantaban sus viviendas en las zonas marginales o periféricas  de la ciudad. En esa época, denominados “barriadas”, estos espacios carecían de servicios básicos y eran invisibilizados por las políticas públicas. Con liderazgo firme y sensibilidad social, su fundador logró unir a más de 50 pueblos jóvenes, que hoy cuenta -gracias a esa planificación, a esa visión de futuro- con 2 distritos modernos y consolidados: Selva Alegre y Hunter.

Bajo su conducción, AUPA se convirtió en la central más poderosa y respetada de Arequipa. Su capacidad de gestión y su visión de largo plazo permitieron pasar del abandono a la planificación urbana organizada, con obras concretas y beneficios tangibles para miles de familias.

Una de las claves del éxito fue su capacidad para establecer alianzas estratégicas. Trabajó de la mano con el Cuerpo de Paz de los Estados Unidos, cuyos profesionales voluntarios contribuyeron con asistencia técnica y programas comunitarios. También logró que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) financiara el Plan Pflucker, una intervención sin precedentes que permitió implementar sistemas de agua, saneamiento y obras de infraestructura en sectores que antes habían sido considerados “incobrables”. Igualmente  apoyó el programa de Cooperación popular alentada por el gobierno de Fernando Belaunde. 

Ese plan fue, en palabras de muchos, un voto de confianza a los pobres. Demostró que sí se podía organizar y cumplir. Las partidas presupuestales gestionadas sirvieron no solo para construir, sino para sembrar dignidad y sentido de responsabilidad frente a sus compromisos. Fue de tal valor e impacto esta actitud demostrada al BID que dicha institución celebró los 40 de la llegada del BID al PERU en Arequipa y por invitación de don José Domingo a Rosa Olivia Villa Lawson, la máxima representante en el Perú.

Fue José Domingo quien se convirtió en el promotor principal de la Ley 15652, que instituye el Día del Urbanizador. Una fecha que rinde homenaje a quienes, desde el anonimato, con esfuerzo y organización, construyen ciudad desde abajo. Este reconocimiento legal fue también una victoria simbólica: por primera vez, los pueblos jóvenes dejaron de ser vistos como problema, para ser reconocidos como actores clave en el desarrollo urbano de Arequipa.

Pero más allá de su capacidad organizativa, había en él una fuerza silenciosa que lo impulsaba cada día: nunca olvidó lo que significaba ser pobre, migrante y discriminado. Esa memoria no fue motivo de resentimiento, sino de compromiso, de coraje y sobre todo de respeto, el que por su don de gentes fue recíproco. Su lucha no fue solo por viviendas o servicios, sino por igualdad, respeto y justicia social.

Sabía que la pobreza no se combate con dádivas, sino con oportunidades. Por eso impulsó escuelas, postas médicas, redes de electrificación, pistas, programas de ayuda mutua y educación comunitaria, donde cada urbanización se convertía en una comunidad viva, organizada y consciente de sus derechos.

Hoy, cuando AUPA enfrenta procesos de politización y olvido, es urgente recordar este legado. Su fundador no fue un político más. Fue un hombre que entendió que la ciudad no se construye desde los escritorios, sino desde los cerros, con la gente, con las manos, con la memoria del dolor convertido en esperanza.

Su amistad con el presidente Fernando Belaúnde Terry, con tantas personalidades que reconocían la grandeza de su humildad, su capacidad para movilizar recursos, su don para inspirar confianza, lo convirtieron en un urbanizador del pueblo inolvidable.  Pero más aún, en un constructor de justicia, de amor a sus semejantes, con un espíritu solidario que trasciende en el tiempo. Porque su obra continúa.

A 16 años de su partida hacia el Señor, es recordado y homenajeado como hijo adoptivo predilecto de Arequipa, la ciudad que tanto amó y por la que tanta obra desplegó no solo en AUPA.

«Mi padre no propició solo la construcción de viviendas, construyó esperanza. No dirigió una asociación, movilizó un pueblo entero.»

Ana María Choquehuanca –Hija del fundador de AUPA.

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