¿Dónde quedaron las serenatas?
Ricardo Montero

Rara vez he celebrado mi cumpleaños con fiesta. Quizás unas dos o tres veces, no más, lo que es curioso, considerando que disfruto mucho del baile. La más memorable de esas celebraciones fue mi cumpleaños número 18, cuando vivía en El Porvenir (La Victoria), uno de los barrios más festivos y vibrantes de Lima.

Mis amigos y amigas me ofrecieron una serenata sorpresa, en una época en que solo bastaba con la voluntad para transformar una noche común en una fiesta comunitaria. A las 12 en punto “soltaron los caballos” y comenzaron a cantar: “Feliz te recibe el año, las aves van sollozando…”. 

A inicios de la década de 1980 aún eran comunes las emotivas serenatas a los cumpleañeros: “Las 12 marca el horario y las estrellas van cantando. Si a tu puerta he venido a entonar el placer que siente mi alma al saludarte…”. 

Curiosamente, la palabra “serenata” proviene del latín serenus, que significa tranquilo. Sin embargo, no había nada más ruidoso, ni más comunitario, que esas madrugadas musicales que despertaban con amistad al festejado y a todo el barrio: 

“Para que veas que de ti me sé acordar, he venido con el fin de abrazarte. Son tus amigos que hoy te estiman, te cantan serenatas y canciones. Alegremos estos nobles corazones que hoy rebozan de alegría sin cesar”. 

No evoco esta escena para afirmar que “todo tiempo pasado fue mejor”, porque no lo fue. En el pasado, como en el presente, había carencias, conflictos, desigualdades. Sin embargo, existían espacios (que hoy escasean) donde la comunidad se reconocía a sí misma, donde la calle podía ser un lugar de encuentro y no un territorio de peligro. 

Hoy, muchos jóvenes crecen en ciudades partidas, donde lo común ya no es celebrar, sino desconfiar. La violencia ha convertido a los barrios en zonas de repliegue. Como alguien me dijo el otro día, ahora se vive con miedo, se sale con desconfianza y se regresa a casa con prisa. 

Las cifras lo confirman: las comisarías en todo el país han registrado, solo en el primer trimestre de este año, 197 306 denuncias por diversos delitos. En tanto, el INEI reportó que entre julio y diciembre del 2024, el 26.5 % de la población nacional mayor de 15 años fue víctima de algún hecho delictivo. 

Aunque cada generación construye sus propios códigos y formas de conexión, me pregunto si hemos renunciado a imaginar el barrio como un lugar de cuidado mutuo. 

¿Es posible reconstruir confianza donde ha crecido el miedo? ¿Qué formas nuevas de comunidad pueden surgir en medio de la violencia urbana? No tengo todas las respuestas, pero estoy convencido de que ningún algoritmo puede igualar el poder de una voz humana que canta tu nombre a medianoche. 

Siempre hay gestos, a pesar del ruido hostil de la ciudad, que nos recuerdan que no estamos solos. Aún podemos encontrarnos, y un buen pretexto para ello puede ser entonar una canción juntos.

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