Dos flores masculinas se disputan el título de emblemática en Arequipa

Por: Daniela Santander R.
El cahuato reclama su lugar como flor símbolo arequipeña.
«Tomar con nuestro Misti Caballero… cantar con Melgar y los Cerpas y Llosa, una flor de texao pa’ la chica más hermosa.»
EL CAHUATO FRENTE AL TEXAO
Así entonan los versos tradicionales de los lonccos arequipeños, exaltando al texao, una flor roja, briosa, que por décadas ha sido considerada el emblema floral de la Ciudad Blanca. Roja como el carácter arequipeño, resistente como su gente y profundamente arraigada al imaginario popular.
Sin embargo, detrás de esa tradición, hoy emerge una propuesta distinta, menos poética, pero más precisa, el cahuato, una flor nativa de Arequipa, que según estudios científicos debería ser nuestra verdadera flor símbolo.
El cahuato (Tecoma fulva subsp. arequipensis) es una subespecie descrita y defendida por Daniel Montesinos Tubee, ingeniero agrónomo y doctor en ecología aplicada. Tras años de investigación, Montesinos identificó esta planta como una joya botánica exclusiva del sur del Perú, con una distribución muy limitada, se encuentra solo en Arequipa y, en menor medida, en Moquegua y Tacna.

“Mientras el texao tiene amplia distribución en todo el mundo, si bien es originaria de Sudamérica, ahora se encuentra en casi todos los países. El cahuato es una flor que está restringida a la región Arequipa y aledaños”, explica Montesinos.
Y no solo se trata de ubicación. Tecoma fulva subsp. arequipensis se distingue por sus flores de color amarillo intenso, corolas más cortas, anteras menos prominentes y hojas de márgenes enteros. Tiene un porte más compacto y crece en condiciones extremas, como las laderas de Yura, Chilina y el Misti. Un verdadero ejemplo de resistencia.
Gracias a las gestiones de Montesinos, junto con colectivos como la Patrulla Ecológica, el cahuato ha comenzado a sembrarse en parques y jardines públicos de Arequipa. Su presencia aún es discreta, pero va en aumento. La intención es clara: concienciar a la población sobre la importancia de conservar la flora nativa, que no solo embellece, sino que tiene potencial en proyectos de restauración ecológica y paisajismo urbano. El cahuato es parte de nuestra identidad ecológica. No puede encontrarse en ningún otro lugar del mundo con la misma forma, el mismo color y la misma historia evolutiva.


Y entonces surge una pregunta:
¿Por qué se sigue considerando símbolo regional a una planta que crece en buena parte del planeta, mientras se ignora una flor única de Arequipa?.
A pesar de todo, el texao se mantiene firme en el corazón arequipeño. Es parte de las campiñas, de los chacareros, de las largas y pesadas horas de trabajo bajo el sol. El texao ha acompañado por generaciones a los hombres de sombrero de ala ancha en el trabajo de la chacra sin pedir nada a cambio. No será endémico, pero ha sido admirado, cultivado y querido. Es el cariño y la reverencia del arequipeño, que le han dado ese título a la pequeña y briosa flor roja.

El texao ha sido adoptado por tradición, incluso si florece en diversidad de suelos en distintos continentes. Pero, como dicen por aquí: un arequipeño nace donde le da la gana, y con ese ánimo fogoso y rebelde, el texao se ha ganado su lugar en la cultura popular. El cahuato, en cambio, representa la otra cara del arequipeño: la lealtad a la tierra, la resistencia silenciosa y el orgullo de lo auténticamente nuestro. Mientras el texao sigue adornando versos y canciones, el cahuato empieza a florecer en la conciencia colectiva de una ciudad que quizás, por fin, esté lista para mirar con nuevos ojos sus propios símbolos.