¿ES POSIBLE DESPLEGAR UNA OPERACIÓN DE PAZ EN UCRANIA?
Por: Anthony Medina Rivas Plata – Director de la Escuela Profesional de Ciencia Política y Gobierno UCSM

Hace pocos días, de manera previa a la cumbre de la OTAN que se llevará a cabo esta semana en Bruselas, Polonia propuso enviar una fuerza internacional de mantenimiento de paz a Ucrania; que sigue entrampada en la guerra contra Rusia desde hace más de un mes. La idea propuesta es la de desplegar una fuerza que sea capaz de apoyar las operaciones humanitarias, pero que al mismo tiempo sea lo suficientemente fuerte como para soportar un eventual combate contra fuerzas rusas. Es poco probable que la propuesta tenga acogida, ya que, al igual que la idea de una zona de exclusión aérea impuesta por la OTAN sobre Ucrania, una ‘fuerza de paz’ de este tipo sólo aumentaría los riesgos de una confrontación directa con Rusia.

Nosotros consideramos que no debería descartarse de antemano la idea, entendiendo que de todos modos es necesario algún tipo de apoyo internacional en el terreno que ayude a cesar los ataques en territorio ucraniano. Sin embargo, desde una perspectiva realista, no hay forma de poner fin a la guerra sin tener en cuenta aquellas ‘líneas rojas’ de seguridad que han planteado los rusos con respecto al status de Ucrania, por lo que todo arreglo que ponga fin a la guerra siempre tendrá que nacer de una negociación entre los cuatro actores centrales del conflicto: Rusia, Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea.

Las fuerzas de mantenimiento de la paz (‘peacekeeping’) por lo general son identificadas con los llamados ‘cascos azules’ de las Naciones Unidas, sin embargo, varias organizaciones de carácter militar, incluida la OTAN, orientan recursos a la creación de grupos móviles de este tipo. Por supuesto, es muy distinta una fuerza de paz liderada por las Naciones Unidas para ayudar a los damnificados del terremoto de Haití en 2010 que una liderada por la OTAN para hacerlo en Kosovo o Afganistán. Por supuesto, es claro que una fuerza similar a estas dos últimas desplegadas en un territorio como el ucraniano sin duda le harían un muy flaco favor a la causa de la paz. Por ello, la realización de cualquier tipo de operación de paz en Ucrania tendría que depender mucho menos de la fuerza militar, e incluir opciones de ‘soft power’ (poder blando) con objetivos claros sobre lo que se puede y lo que no se puede lograr en el terreno. Es claro además que esta iniciativa no debería salir de la OTAN, sino que necesariamente tendría que ser propuesta por la ONU, por ser, por ahora, la única organización internacional que tendría legitimidad para liderar una operación de este tipo.

Creemos que la ONU podría desplegar personal con armamento ligero que pueda facilitar la implementación de un cese al fuego, a la vez que se promueve un acuerdo político, en caso que ambas partes quieran que tales acuerdos tengan éxito, o que a la vez generen señales de advertencia cuando una u otra parte estén incumpliendo deliberadamente sus compromisos. Por supuesto, Rusia y Ucrania siguen muy lejos de llegar a este punto de negociación, pero sin duda debemos esperar que tarde o temprano ambos países lleguen a un acuerdo y requieran ayuda para que éste se mantenga.

Ya hay antecedentes sobre esto, pero valdría la pena preguntarse si el escenario actual permite replicar iniciativas similares. Por ejemplo, en el año 2014, la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) lanzó una Misión Especial de Monitoreo en Ucrania, durante la agitación inicial generada por la anexión rusa de Crimea. Esta fue una misión civil desarmada, la cual involucró a 1.400 operarios militares y civiles, logrando una sólida reputación por informar imparcialmente sobre los combates que ocurrieron en la región del Donbass durante esa época. Otro logro importante de esta misión fue la de negociar treguas locales para permitir a las autoridades emprender tareas como la reparación de algunas infraestructuras básicas para el suministro de agua, energía y alimentos en la zona afectada. Por supuesto, para implementar algo similar en el conflicto actual tendríamos que esperar que Rusia pueda apoyar un despliegue a cambio de aliviar algunas de las sanciones económicas que Estados Unidos le está imponiendo, y que la operación se limite a las provincias separatistas (hoy llamadas ‘repúblicas independientes’) de Lugansk y Donetsk.

Tal como viene escalando el conflicto, es difícil que esto pueda lograrse. Hace buen tiempo que la guerra se ha extendido más allá de las regiones separatistas, mientras que la preocupación actual es que, ya sea por errores de cálculo o algunos agitadores malintencionados, el conflicto pueda incluso desbordar el territorio ucraniano. Por ello, el área para implementar la hipotética operación de paz sería sumamente extensa y requeriría una cantidad de recursos y logística bastante mayor que cualquier operación previa realizada en la zona. También es incierto si Rusia aceptaría cooperar con fuerzas extranjeras en territorio ucraniano, aunque sea bajo una agenda mínima y a cambio del alivio de sanciones. Si bien es pronto para analizar el impacto de algunas de las recientes medidas económicas tomadas por Putin (exigir a los europeos el cobro del gas en rublos y la búsqueda de medios de pago alternativos al sistema Swift con China), ciertamente éstas lo han fortalecido de cara a la opinión pública de su país y lo colocan en una mejor posición para exigir más concesiones de Occidente.

La experiencia de anteriores operaciones de paz indica que éstas deberían desplegarse sólo en caso de emergencias humanitarias (como la ya mencionada en Haití), o como parte de un post-conflicto, luego de un acuerdo político previo entre las partes. Cuando no se da ninguna de las dos condiciones, los resultados de una operación de paz pueden ser de entrampamiento o fracaso de la misma, como ocurrió en Ruanda o en la ex Yugoslavia en la década de los 90.

No hay señales de cuándo será posible un cese de hostilidades en Ucrania y qué tendrá que ser negociado para que esto ocurra. Los escenarios van desde aceptar la toma de facto del Donbass y de Crimea, hasta el no-reconocimiento de las provincias de Lugansk y Donetsk como ‘Estados asociados’ de la Federación Rusa. Por lo menos, una de las principales demandas de Putin ha sido tomada en consideración, cuando la semana pasada, el presidente ucraniano, Volodymir Zelensky, afirmó públicamente que su país ‘no tenía previsto ingresar a la OTAN ni en el corto ni en el mediano plazo’. Si bien temas como la ‘neutralidad’ de Ucrania también están en la mesa de negociación, definir los términos de la misma es más complicado desde que el pasado 07 de marzo, los 27 estados de la Unión Europea decidieron aceptar, de manera extraordinaria, el inicio de las negociaciones para el ingreso de dicho país como miembro pleno. En ese sentido, las perspectivas para el inicio del despliegue de una fuerza multinacional de paz en territorio ucraniano siguen estando lejanas.

Dejanos un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked with *.