CORAJE Y SANTIDAD
Por: Javier Del Río Alba Arzobispo de Arequipa
Este fin de semana se ha estrenado en Arequipa “Coraje y Santidad: Sor Ana de los Ángeles”, una película de cine sobre la vida de nuestra querida beata, primera flor de santidad que brotó en suelo arequipeño en el siglo XVII. Como varias familias lo hacían en esa época, la pequeña Ana Monteagudo Ponce de León fue confiada por sus padres al Monasterio de Santa Catalina de Sena para que las monjas la educaran. Concluida esa etapa, la ya adolescente Ana es llevada de regreso a casa, pero atraída por el amor de Jesucristo retorna al Monasterio, aún en contra de la voluntad de su madre, y pasa ahí el resto de su vida. Llegó a ser Maestra de Novicias, primero, y después Priora de la comunidad. Fue conocida por su don de gobierno, su sabiduría a la que acudían muchos en busca de consejo, su amor a los pobres y a las almas del purgatorio por las cuales rezaba siempre y mandaba a celebrar misas de sufragio.
Viendo la película me vinieron a la mente las palabras que pocos días antes, con motivo de la solemnidad de Todos los Santos, dijo el Papa Francisco sobre la santidad: «es un don – es un regalo, no se puede comprar – y, al mismo tiempo, es un camino» (1.XI.2023). Un don que se recibe con el bautismo, sacramento a través del cual Dios realiza en nosotros una nueva creación (2Cor 5,17) y nos hace partícipes de su naturaleza divina (2Pe 1,4). La santidad es un don de Dios «que se ofrece a todos para tener una vida feliz…la santidad nos hace felices porque Dios nos ama», como también dijo el Papa ese día. Ahora bien, un don es un regalo y los regalos se obsequian pero no se imponen sino que, el aceptarlos o rechazarlos, queda en la libertad de aquellos a quienes se les ofrece. Lo mismo sucede con la santidad: Dios nos la ofrece como un don y depende de nosotros acogerla o no a lo largo de nuestra vida; porque, como también dijo Francisco, «la santidad es un camino, un camino que hay que recorrer juntos, ayudándonos unos a otros».
El cristianismo es ese camino de santidad que, siguiendo las huellas de Jesús (1Pe 2,21), recorremos en la comunidad de la Iglesia. La santidad no es una doctrina ni un moralismo, ni consiste en hacer muchas cosas. La santidad es vida, es comunión con Dios y con los hermanos. Es el camino del amor que nos lleva más allá del límite de lo creado, vence en nosotros el pecado y la muerte y nos introduce en la eternidad ya desde este mundo. Como dijo el entonces cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI: «Este camino en su totalidad nos es necesario, porque el hombre es aquel ser que quiere y necesita lo imposible. Él [Dios] nos lo da en los sacramentos, con los que nos conduce a ese algo nuevo, grande y diferente, que somos incapaces de crear por nosotros mismos» (Homilía, Munich 1987: Obras completas, tomo XII, p. 717). Los santos y los beatos son la muestra de lo que Dios es capaz de hacer con quienes se fían de Él. Por eso nos hace bien conocer su vida. Les recomiendo, entonces, que no se pierdan la película de la beata Ana de los Ángeles y que tampoco se pierdan de pedirle a Dios que los haga partícipes de su santidad y su alegría. En el Monasterio de Santa Catalina les pueden dar mayor información.