El rol del docente en esta era digital
Alicia Barco Andrade – Comunicadora digital, filósofa, periodista colegiada, docente, empresaria, estratega, mujer política del siglo XXI.
Recuperar la filosofía para la vida y el Bien Común
Educar es enseñarle a la persona la manera cómo comportarse y ver el mundo, desde la humanidad. Educar es, primero entender qué es ser persona y cómo los valores incrementan el potencial humano. Educar, en esta era digital, abre nuevos desafíos, enfoques y entendimientos de las personas conectadas en red. Bienvenidos al Humanismo digital.
Saludos estimados lectores, es grato nuevamente escribir como saludarlos, desde este espacio de análisis, frente los nuevos escenarios digitales, llenos de oportunidades siempre.
Nos encontramos en una era digital. Esto es, una sociedad que está orientándose a la digitalización, donde los hábitos son nuevos y los estilos de vida se han visto transformados por el desarrollo imparable de las tecnologías digitales e internet. Lo que significa a su vez, que los espacios virtuales han suscitado nuevas formas de comunicarnos, de trabajar de informarnos, de divertirnos y en general, de participar y vivir en una sociedad en red. (Castell, 2006)
El ámbito educativo y el rol del docente, como del comunicador, no puede quedar fuera de este entendimiento en contexto. Las metodologías de enseñanza, en una era de educación virtual o a distancia, se ha convertido en un reto para el docente como para el educando.
¿Cómo sabemos si la persona que está detrás de pantalla está aprendiendo? ¿Debemos exigirle al alumno que abran sus cámaras para controlar el proceso de aprendizaje? ¿Cómo saber si es la atención la que está en la sesión virtual y no en los miles de pestañas que tiene abierta desde su computadora?
La generación de jóvenes nativos digitales se desenvuelve hoy en un escenario de inestable desinformación por la infocracia que es ejercida desde las redes sociales. Diría yo, infotoxia, porque hay tantos tantos, que la desinformación también navega generando perturbaciones mentales afectando la atención mental de las personas. En estas olas turbulentas llamadas “fake news” están creando estragos mentales: “Lo bonito y lo feo”, “la verdad y la mentira” no tiene cabida a diferenciarse. Se diluyen. Los logaritmos que ocasionan las burbujas informativas de desinformación, personalizadas a los gustos de cada quien, por ese click, que es el amén digital, terminan siendo mensajes distorsionantes que afectan nuestra percepción de la realidad. Del mundo, de la persona, de la economía, de la política, de las contiendas electorales y hasta del Papa Francisco. ¡De todo!
De ahí que se precisan líneas formativas de desarrollo humano, cada vez más necesarias en los colegios y las escuelas superiores. Donde la ética y el pensamiento crítico se convierten en las banderas rojas de objetivos educativos más urgente. Por eso es que debemos replantear la educación, tener un enfoque integral de lo que significa ser persona y lo que significa educar para este siglo XXI.
¿Qué es educar? ¿Para qué se educa?
Existen muchas definiciones, pero yo me quedo con una. “La educación es ir a más, de una “mejora”, de un “enriquecimiento” de la persona. Esta es una verdad que se halla en el tema esencial de la tarea educativa ya que la educación se ordena a la más radical perfección de la persona humana. Tanto así que depende de la educación la realización plena del ser personal del hombre. (…) Queda bien expresada esta realidad en la definición de García Hoz cuando, en sentido estricto, define la educación como el perfeccionamiento intencional de las capacidades específicamente humanas”. (Aspíllaga.1989)
Este quehacer continuo, lleno de enseñanzas de valores desde el ejemplo y permanente que hacer del que habla Millán Puelles cuando entiende que la educación es consecuencia de la virtud y que el camino del educando es su perfeccionamiento no desaparece en esta era digital. Más bien, nos hace pensar si los educadores, docentes, tienen presente este imperativo como principio ético de la educación como proceso.
Siempre en todo cambio de era o proceso tecnológico está de por medio la persona. Y por más que existan disrupciones digitales, la finalidad intencional de la educación como proceso personalísimo no va cambiar.
La ética no se puede enseñar, se aprende desde el ejemplo de vida.
¿Nos han enseñado a tener una vida lograda? ¿Estamos enseñando a tomar decisiones en la vida? ¿Estamos ayudando a los alumnos a pensar? ¿A ser autónomos? ¿Están respondiendo los docentes a las necesidades de un alumnado que es ya nativo digital? ¿Las metodologías de enseñanza que emplean son las más adecuadas? En definitiva: ¿debe redefinirse el papel del docente en el aula?
El profesorado ha quedado en un segundo plano en lo que respecta a la transmisión del conocimiento en la Era Digital, y su verdadero aporte es dar esa humanidad desde los campos virtuales. Como comunicadora digital y educadora, doy testimonio de lo que los maestros de verdad hacen en la vida de un joven en formación. Agradezco con esta cita, a mi maestra de vida, Carmela Aspíllaga, que, sin ella, no hubiera sido posible recomponer lo que, para la mirada de una adolescente que perdió a su padre a sus quince años de edad, el mundo estaba roto.
“Las humanidades buscan ser más y no tener más, usar de las facultades humanas para lo que se ordenan: la verdad y el bien. Son asignaturas que amplían los horizontes y evitan que la perspectiva sea estrecha o superficial. Son estudios que afinan el corazón del estudiante, le dan la capacidad de captar los matices de la vida, de distinguir lo armónico y lo sublime de lo mediocre, de apreciar más cosas y de ser más feliz, porque puede acceder a una gama más amplia de valores”. (Aspíllaga, 2011)
Los maestros de verdad, dejan huellas para siempre en la formación del educando. Haciéndolo creen en ellos mismos. Desarrollando su grandeza, su capacidad de volver a creer, ayudándoles a mirar la vida de una manera madura y acertada. El camino del éxito personal como profesional, del educando, para el desarrollo de las humanidades viene de la mano de la educación. Ciudadanos de bien, defensores de la libertad y la verdad. Profesionales competitivos. Esto es educar.