Apuestas en línea, el nuevo enemigo silencioso de niños y adolescentes

“La ludopatía en jóvenes está creciendo silenciosamente desde los aplicativos”.
Por: Daniela Fernández C.
En los últimos años, especialmente luego del confinamiento provocado por la pandemia de COVID-19, se ha registrado un incremento sostenido de consultas relacionadas con este tipo de adicción.
El aislamiento social, la ansiedad acumulada y el uso masivo de dispositivos electrónicos hicieron que muchos jóvenes canalicen sus emociones a través del juego digital. Uno de los principales peligros es la creciente normalización del juego en línea como una forma de entretenimiento válida y cotidiana. Las redes sociales, influencers, streamers y publicidad disfrazada de “contenido divertido” introducen constantemente a los menores en dinámicas de apuestas sin que lo noten.
La psicóloga Marilyn Yuca, especialista en adicciones, advierte sobre el alarmante crecimiento de la ludopatía entre niños y adolescentes debido a las apuestas en línea. “Ahora, cualquier celular sirve para apostar las 24 horas del día, y los menores están expuestos a este estímulo desde muy temprano”. A esto se suma la facilidad con la que acceden a aplicaciones o sitios web sin filtros ni supervisión.

“He visto niños de 12 o 13 años que, por la falta de supervisión en casa, terminan apostando el dinero de sus padres desde sus propios celulares. Estas empresas muchas veces se aprovechan de esa vulnerabilidad y lucran con su adicción”. Además, muchos de estos juegos en línea ofrecen recompensas inmediatas, lo cual alimenta la conducta compulsiva y refuerza el círculo de dependencia.
Sin duda el entorno familiar juega un papel determinante en esta problemática. “Muchos padres están ausentes, y otros simplemente no conocen los riesgos reales. Le dan un celular a su hijo desde los seis o siete años como forma de entretenimiento o distracción, sin pensar en las consecuencias”, señala la psicóloga.
Los niños aprenden rápidamente a burlar controles parentales, crean cuentas falsas o utilizan métodos digitales para esconder sus actividades. Por eso, Yuca Choque insiste en la necesidad de construir lazos de confianza y comunicación efectiva. “No se trata de prohibir todo, sino de acompañar, guiar y enseñarles a tomar decisiones responsables. Ofrecer alternativas como el deporte, la música, la lectura o simplemente espacios para hablar puede marcar una gran diferencia”.
Igualmente, no hay que dejar de lado el ámbito escolar, donde también hay señales de alerta que deben ser atendidas. Cambios repentinos en el comportamiento, bajo rendimiento académico, irritabilidad o aislamiento pueden ser síntomas tempranos de una posible adicción. Algunas escuelas ya están empezando a implementar talleres de prevención y educación digital, pero aún falta mayor articulación con las familias. Los docentes son aliados clave, pero no pueden solos. Se necesita una red de contención que incluya a padres, profesionales de la salud y el Estado.

Respecto al tratamiento, cada caso es distinto y debe ser abordado de manera personalizada. En situaciones avanzadas, donde el menor ya ha perdido el control, se requiere intervención psicológica e incluso psiquiátrica. En otros casos, cuando se detecta a tiempo, es posible trabajar desde la prevención, la orientación y el acompañamiento emocional. “La educación emocional, el diálogo constante y el acceso a ayuda profesional son esenciales para evitar que lo que empieza como un juego se convierta en una enfermedad que marque de por vida”, concluye la especialista.