Los misterios de la casa encantada

Está ubicada en un callejón del distrito de Yanahuara.

La historia, los mitos y realidades de la llamada casa encantada de Yanahuara empezaron en 1600, a menos de 200 años de la fundación de Arequipa.

Por Carlos Meneses Cornejo

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En ese tiempo llegó a Arequipa un funcionario público español que consiguió casarse con una señorita arequipeña Camila de San Martero y se instaló en una casa de campo, ubicada en lo que ahora es el pasaje Vélez, en la cuadra cuatro del callejón de La Casa Encantada y que está señalada con una placa puesta por el exalcalde Roger Cáceres Pérez y que queda al costado de lo que fue domicilio del padre de Roger, y también exalcalde provincial de Arequipa, Luis Cáceres Velásquez.

Placa de la calle labrada en sillar, callejón de la casa encantada.

Se dice que en la casona en mención un subalterno del comendador tuvo amores con su patrona y que el dueño optó por emparedar a la pareja entre dos muros para que murieran de hambre y por falta de agua. Ahí empezó la leyenda y la inquietud de un joven periodista que empezó a procurar información sobre lo que realmente pasaba en ese lugar.

Alfonso Montesinos y Montesinos

Traté de conseguir una entrevista con quien heredó la propiedad, el abogado arequipeño Alfonso Montesinos y Montesinos, nacido en Arequipa el 26 de octubre de 1913 y que murió en Lima el 20 de mayo de 2001.

Fue hijo de Guillermo Montesinos Pastor y de María Montesinos Martínez y sería educado en el Instituto Arévalo y en las facultades de Letras y Derecho de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA). Allí optó los grados de bachiller, abogado y doctor en Derecho, especializándose en Derecho Romano en el que fue profesor y después cuando la familia se fue a residir a Lima, enseñó la especialidad en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, mereciendo la medalla de oro de la Municipalidad Provincial de Arequipa y la condición de profesor emérito de la UNSA en 1987.      

El profesor Montesinos siempre fue izquierdista y enemigo jurado de la explotación petrolera por la compañía estadounidense International Petroleum Company. Siempre se ha dicho que los Montesinos pertenecían a una clase de hombres de gran capacidad mental, tercos y que se disgustaron cuando Arequipa pactó con invasores chilenos el ingreso de regimientos militares a la Plaza de Armas de la ciudad durante la guerra del Pacífico.

Montesinos llegó a tener tres hijos, un abogado, un médico que falleció, un tercer hijo llamado Sebastián y una hija llamada Caprina que resultaron heredando la “casa encantada”.

El inmueble actualmente en manos de un inquilino de la testamentaría de Alfonso Montesinos accedió a concederme una entrevista sobre hechos raros que se hablaban a través de una concertación con amigo personal del doctor Montesinos, el también abogado y agricultor arequipeño residente en Cayma, Fernando Camargo.

Fui citado a una reunión y caminé por un estrecho sendero que llegaba a la casa encantada desde la segunda plaza de Yanahuara para las 20 horas de un día de semana. Cuando llegué fui recibido por un guardián que me advirtió que el doctor me esperaba y que él se iría porque no acostumbraba a dormir en la casa.

Vista del inmueble

Entretanto Celmira Cerpa, dueña del restaurante Sol de Mayo, me había contado que ella no caminaba por la zona porque había visto unos duendes que salían de la casa encantada sin abrir la puerta y se perdían en la vivienda vecina que no tenía puertas a la calle. La escena fue útil para que ella no volviera a caminar por tal arteria. A eso se agregaron otros cuentos como pájaros que aparecían en cuartos sin puertas ni ventanas, mientras el doctor Montesinos trasladaba su biblioteca desde la casona en que vivía en la calle de Guañamarca, hoy Rivero, signada con el número 206.

Lo primero que me dijo Montesinos era que todo lo que se decía sobre la casa encantada era producto de una fuerza mental que él y su familia poseían. Dialogamos durante 8 horas, hasta llegar a la madrugada del día siguiente, sobre las cosas que se decía pasaban en la casona donde ahora vive un abogado como inquilino y una señora amable que dice que todo lo que se habla de la casa encantada no pasa de ser un sueño.          

Vecinos del lugar tampoco aceptan como verdad que allí pasen cosas de otro mundo. Lo cierto es que salí de la reunión con Montesinos casi a las 4 de la mañana, un poco aterrorizado por la información que acababa de darme este hombre sobre hechos que parecían naturales, pero que pertenecían a las órdenes de su ilustre cabeza.

Con el tiempo el mito ha ido desapareciendo y tuve la impresión de que el promotor alrededor del encanto de la casona era el mismo propietario del inmueble hoy embellecido por un árbol que asoma por encima de paredes hacia la calle. Caminé por donde llegué, por la misma estrecha ruta hasta llegar a la Plaza de Yanahuara para abordar un taxi que me trajo de regreso a la ciudad.

Hablamos de todo con el doctor Montesinos y no lo volví a ver hasta que un día toqué su puerta de la casona que tenía en el centro de Arequipa, para preguntarle por qué había renunciado a Acción Popular, partido en el que yo también militaba y por primera y única vez un arequipeño me tiró la puerta en las narices al indicarme que no hablaría de temas políticos ni de otro tiempo con quien era partidario de Fernando Belaúnde.

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