Turismo sostenible: Educar para preservar

REFLEXIONES

El turismo representa una de las oportunidades más potentes para el desarrollo económico y social de las regiones del Perú. Solo entre enero y diciembre del 2024 se registraron más de 3.3 millones de viajes turísticos nacionales. Pero este crecimiento, lejos de garantizar beneficios automáticos, nos confronta con una pregunta urgente: ¿estamos preparados para sostenerlo?
La evidencia sugiere que aún no. En Cajamarca, por ejemplo, más del 45% de los sitios turísticos carecen de servicios básicos como el manejo adecuado de residuos o señalética interpretativa (Dircetur Cajamarca, 2023). Esta situación refleja un problema estructural más profundo: la falta de gestión territorial integral. Sin planificación ni inversión sostenida, incluso los destinos más icónicos pueden deteriorarse. Así, una actividad pensada como motor de desarrollo puede terminar generando presión ambiental y pérdida de identidad cultural.
En este escenario, destaca una dimensión clave del turismo sostenible: el turismo comunitario. Esta modalidad promueve la participación directa de la población local en la gestión de la actividad turística, fortaleciendo su rol como protagonista del desarrollo y la conservación de su territorio. En el Perú existen más de 1,500 iniciativas formales bajo este enfoque, pero pocas reciben un acompañamiento integral y sostenido que garantice su consolidación en el tiempo.
Es en ese nivel donde el enfoque territorial y la planificación real adquieren sentido. Necesitamos mirar el turismo no como un producto para vender, sino como un proceso que requiere conocimiento del entorno, participación comunitaria y gobernanza efectiva. Y en esa cadena, el rol de la academia es formar profesionales con sensibilidad territorial, capacidad de escucha y visión interdisciplinaria. La técnica sin contexto es ciega.
No basta con contar turistas o acumular “likes” en redes sociales. El verdadero indicador de éxito es que los destinos mantengan su autenticidad, que las comunidades locales deseen seguir recibiendo visitantes y que el entorno gane más de lo que pierde.
Educar para conservar no debe ser solo un eslogan. Es, hoy más que nunca, una responsabilidad política, ética y profesional. Porque si no somos capaces de gestionar esta oportunidad con visión de futuro, el turismo se convertirá en una nueva forma de extractivismo. Y ese es un riesgo que el país ya no puede permitirse ignorar.