El 60 % de arequipeños no se siente seguro por avance de la criminalidad

Por Jorge Turpo R.

No muchos confían en la Policía Nacional. El impacto de la inseguridad en Arequipa se refleja en diferentes aspectos como la desconfianza en la Policía Nacional y en el mayor costo operativo de las empresas.

EL COSTO OCULTO DE VIVIR CON MIEDO

Arequipa, la segunda región más poblada del país, enfrenta una crisis de seguridad que no solo se mide en cifras, sino en el temor creciente que afecta la vida cotidiana de sus habitantes. Según un informe reciente de la Red de Estudios para el Desarrollo (REDES), más del 60 % de los arequipeños mayores de 15 años no se siente seguro en su entorno, una señal clara de que el miedo se ha instalado como parte del paisaje urbano.

Durante 2024, Arequipa registró más de 37 000 denuncias por delitos, lo que la convirtió en la cuarta región con más casos a nivel nacional, de acuerdo con REDES. Los delitos más comunes fueron robos, estafas y extorsiones.

Pero detrás de estos números hay una realidad más compleja: la falta de una estrategia articulada para enfrentar la violencia y la creciente desconfianza en las instituciones encargadas de proteger a la ciudadanía.

Sólo uno de cada cinco arequipeños confía en la Policía Nacional del Perú, según datos recogidos por REDES.

Esta desconfianza, lejos de ser una percepción pasajera, refleja una crisis profunda de credibilidad. Y se entiende: en 2024, la región contaba con apenas 215 efectivos policiales por cada 100 000 habitantes, una cifra muy por debajo del estándar mínimo de 300 recomendado por la ONU.

Además, la mitad de las comisarías de la región no cuenta con una infraestructura adecuada, una precariedad que no sólo limita la acción policial, sino que también envía un mensaje desolador a la ciudadanía: no hay garantías de protección efectivas.

El jefe de la Macrorregión Policial de Arequipa, general PNP, Olger Benavides, reconoció que el 40 % de patrulleros en la región están malogrados. Por eso se espera con expectativa que se cumpla la promesa del gobernador regional, Rohel Sánchez, de comprar 100 patrulleros antes de agosto próximo.

SALIR A LA CALLE ES UN RIESGO

El temor a la inseguridad ha transformado la manera en que los arequipeños se relacionan con su ciudad. Hay distritos que muchos prefieren evitar. Lugares como Cerro Colorado, el Cercado y Paucarpata concentran la mayor cantidad de denuncias, según REDES, convirtiéndose en zonas donde la vida cotidiana está marcada por la sospecha, la alerta constante y el repliegue.

Y el problema no solo está en lo que sucede, sino también en lo que no se denuncia. La falta de confianza en la Policía y en el sistema judicial genera una espiral de silencio que deja impunes a los delincuentes y vulnerables a las víctimas.

Denunciar, en muchos casos, parece no valer la pena.

El impacto de la inseguridad trasciende lo individual. REDES advierte que esta situación está afectando también la economía regional.

Las empresas enfrentan mayores costos operativos por medidas de seguridad y la inversión privada se reduce ante el riesgo latente.

En otras palabras, cuando un empresario evalúa invertir en Arequipa, hoy también calcula cuántas rejas, cámaras o vigilantes necesitará para hacerlo.

Además, se pierde cohesión social. La inseguridad genera desconfianza entre vecinos, limita el uso del espacio público y debilita los lazos comunitarios. Un vecindario donde nadie conoce a nadie es un terreno fértil para la impunidad.

SE NECESITA REFORMAS URGENTES

Para REDES, el camino para revertir esta situación pasa por una reforma integral de la Policía y del sistema de justicia. Esto incluye no solo aumentar el número de efectivos policiales y mejorar la infraestructura de las comisarías, sino también incorporar herramientas tecnológicas que permitan un trabajo de inteligencia más eficiente.

La organización también recomienda reducir las barreras para la denuncia, desarrollar campañas focalizadas en los distritos más afectados y establecer alianzas con el sector privado y la sociedad civil, especialmente en zonas vulnerables.

Sin una intervención decidida y coordinada, la inseguridad seguirá erosionando la calidad de vida y el potencial de desarrollo de Arequipa.

La inseguridad no solo deja víctimas, también deja heridas invisibles: miedo a salir de noche, desconfianza en el otro, resignación ante la violencia.

Arequipa, ciudad de historia, cultura y empuje económico, hoy vive bajo la sombra de una amenaza persistente. El desafío no es solo detener el delito, sino recuperar la confianza perdida, esa que permite a un ciudadano caminar sin miedo, denunciar sin temor y vivir en libertad.

Y eso, como bien señala REDES, no se logra con discursos, sino con acciones.

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