La paradoja de la resolución de los problemas mundiales
Por: António Gutérres – Secretario general de las Naciones Unidas

Muchos líderes mundiales identifican las amenazas comunes a todos: coronavirus, el clima, la falta de regulación en el desarrollo de las nuevas tecnologías. Todos están de acuerdo en que debe hacerse algo al respecto. Sin embargo, ese entendimiento común no va acompañado de medidas mancomunadas.

Si el mundo está de acuerdo en el diagnóstico de estos problemas comunes, ¿por qué es incapaz de responder ante ellos de forma eficaz?

Veo dos razones fundamentales.

Primera, la política exterior se convierte a menudo en una proyección de la política nacional.

Las vacunas son un excelente ejemplo.

En lugar de dar prioridad a la vacunación universal por medio de un plan de alcance mundial, los Gobiernos han centrado sus medidas en salvaguardar a sus ciudadanos. Pero con esa estrategia se quedan a medias.

Los Gobiernos deben garantizar la protección de su población. Sin embargo, a menos que en paralelo contribuyan a vacunar al mundo, la aparición y la propagación de nuevas variantes podrían ocasionar que los planes nacionales de vacunación acaben siendo inútiles.

Segunda, muchas de las instituciones o marcos mundiales actuales han quedado obsoletos o carecen de fuerza, y las reformas necesarias se ven obstaculizadas por divisiones geopolíticas.

La Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, dista mucho de disponer de la autoridad necesaria para coordinar la respuesta a las pandemias mundiales.

Otras instituciones internacionales con más poder están paralizadas por las disensiones (como el Consejo de Seguridad), o son poco democráticas como muchas de nuestras instituciones financieras internacionales.

Esas reformas serán esenciales si queremos cumplir las aspiraciones de paz, desarrollo sostenible, derechos humanos y dignidad para todos.

Se trata de un ejercicio difícil y complejo en el que deben considerar cuestiones de soberanía nacional.

En setiembre pasado publiqué un informe sobre estas cuestiones. Nuestra Agenda Común es un punto de partida; una hoja de ruta para que el mundo actúe de consuno a fin de abordar estos problemas de gobernanza y revitalizar el multilateralismo para el siglo XXI.

A medida que la gente empieza a perder la confianza en la capacidad de respuesta de las instituciones, se corre el riesgo de que también pierda la fe en los valores que subyacen a esas instituciones.

En todos los rincones del mundo asistimos a una erosión de la confianza y lo que, me temo, es el ocaso de los valores comunes.

La injusticia, la desigualdad, la desconfianza, el racismo y la discriminación se ciernen sobre todas las sociedades.

Enfrentados a amenazas interconectadas, al sufrimiento humano y a riesgos que nos atañen a todos, tenemos la obligación de alzar la voz y pasar a la acción para atajar el peligro.

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