Cantidad no es calidad

Por: Graciela Muñiz – Economista principal del Consejo Privado de Competitividad

De acuerdo con la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU), el Perú cuenta con 152 universidades activas. Comparado con referentes regionales como Chile y Argentina, somos el país con más universidades por millón de habitantes. Mientras Chile tiene 58 universidades (2.94 por millón de habitantes) y Argentina 112 (2.48 por millón), en Perú contamos con 4.5. Pero, ¿más universidades significa mejor educación?

La forma más objetiva de evaluar la calidad de nuestras universidades es revisar los rankings internacionales de educación superior. En la última edición del QS World University Rankings 2025, solo 10 universidades peruanas figuran entre las 1,503 mejores del mundo (7 privadas y 3 públicas). En contraste, Chile y Argentina tienen 25 universidades en el ranking. En Chile, 8 de sus universidades destacadas son públicas, mientras que Argentina cuenta con 16 instituciones estatales en la lista.

Las cifras son alarmantes: tenemos más universidades, pero no mejores universidades. ¿Por qué? Los rankings evalúan factores como la reputación académica, la percepción de los empleadores, la relación estudiante-profesor y el nivel de investigación, entre otros. Estos indicadores importan porque determinan el impacto real de la educación superior en el desarrollo profesional y económico. A nivel macroeconómico, profesionales mejor preparados son más productivos, lo que impulsa el crecimiento del país. A nivel individual, un egresado de una universidad de calidad tiene mayores oportunidades laborales y mejores ingresos.

Sin embargo, en lugar de fortalecer la calidad, el Congreso ha aprobado la creación de 12 nuevas universidades públicas entre 2022 y 2024. Esta decisión debería alarmarnos por varias razones. Primero, como se ha demostrado, más universidades no significa mejor educación. Si seguimos multiplicando instituciones sin garantizar su calidad, tendremos más egresados con títulos que no los hacen más empleables, reduciendo su bienestar y afectando el desarrollo del capital humano del país.

Segundo, la creación de más universidades representa un costo significativo para el Estado y, peor aún, una inversión poco eficiente. Un análisis del Consejo Privado de Competitividad estima que estas nuevas universidades tendrán en promedio solo 2,011 estudiantes potenciales. Para ponerlo en contexto, las universidades públicas activas tienen un promedio de 7,405 estudiantes, mientras que las privadas alcanzan los 20,889. La inversión en infraestructura, contratación de docentes y mantenimiento no se justifica para tan pocos estudiantes, especialmente cuando no hay garantías de calidad.

Es irresponsable hacerle creer a la población que tener una universidad cerca significa salir de la pobreza. Si la universidad no es buena, el tiempo y dinero invertidos por los estudiantes y sus familias no generarán los retornos esperados. Como ciudadanos, debemos exigir calidad antes que cantidad. Necesitamos altos estándares y celeridad en los procesos de licenciamiento y acreditación de universidades, institutos y escuelas. También debemos demandar una mayor reputación académica y producción de investigación en nuestras universidades, pues su prestigio se traduce en mayor productividad y empleabilidad para sus egresados.

El futuro del país no depende de cuántas universidades tengamos, sino de cuán bien preparen a sus estudiantes. La educación superior debe ser un motor de desarrollo, no un espejismo que condene a miles de jóvenes a títulos sin valor real en el mercado laboral.

Deja un comentario