Algunas lecciones del proceso electoral
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

Si bien ha transcurrido ya una semana desde el domingo 2 de octubre, día en que el país vivió un nuevo proceso electoral, y aún no se ha proclamado oficialmente el triunfo de quien será alcalde de Lima, es conveniente señalar que dicho proceso deja enseñanzas que debieran ser tomadas en cuenta tanto los partidos o, mejor dicho, agrupaciones políticas, como por los dirigentes, políticos y ciudadanos. Hay mucho por evaluar, agradecer, estimular y corregir.

Lo primero sería entender que la campaña ya concluyó, y que ello obliga a los ciudadanos y a los que participaron en ella a tomar varias acciones. Empezando por limpiar la ciudad que quedó sucia, maltrecha, embadurnada de afiches, propaganda e inscripciones que, en el fragor de la contienda, se aceptan, pero que una vez concluido el proceso, como un acto de responsabilidad y urbanismo –es decir, amor a la urbe y a los que la habitan– es necesario atender. De igual manera, parece indispensable mejorar las formas verbales que obligan al uso de un lenguaje sereno para referirse tanto a quien logró una victoria, por pequeña que sea, como a quien ha admitido no ser el triunfador.

Paralelamente, estimo que es necesario alzar una voz de protesta y reclamo contundente respecto al ausentismo que se ha registrado en estas elecciones. No sé si se trata de indiferencia, si es un hartazgo de la política nacional –por el bajísimo nivel al que se le ha llevado– o si se trata de una profunda desesperanza. No interesa en este momento la razón, pues nada de ello explica ni menos justifica, salvo casos de grave enfermedad o situaciones que nunca faltan, que la población pueda exhibir un grosero porcentaje de falta de compromiso con su propio destino pues las cifras indican que más de un 21% de la población obligada a emitir su voto, dejó de hacerlo y ello refleja un sentimiento de distanciamiento con su propia historia, con su obligación de ser y sentirse parte de lo que vivimos pues nadie, absolutamente nadie, puede decir que es ajeno a lo que su país, nuestro país, vive, sufre y experimenta. Comprendo que los candidatos podrían no ser los ideales; la respuesta es: participe usted en la política para tener candidatos idóneos y hacer de esa actividad lo que usted desea. Quizá la multa debería ser draconiana pues el momento que vive el país no permite las tibiezas.

Pareciera que se le ha dicho adiós a algunos partidos tradicionales, aunque en nuestra historia política no hay muertos, pues muchos de ellos resucitan. Esto puede ser interesante si es que se aprende la lección y viven con seriedad un proceso de aggiornamento interno o de puesta al día que implicaría, cuando menos, una renovación de cuadros y una comprensión de las razones del fracaso electoral.

Hay algunos gestos que no se alcanzan a comprender. Por ejemplo, la mezquindad que se ha observado en el caso de Lima, de las candidatos pequeños, con mínimas opciones pero con posturas “posibles de ajustar y conversar” que se aferraron a un figuretismo insostenible y que prefirieron la vergüenza de una votación ínfima, antes que potenciar a un candidato. En política hay que saber cuándo se cede para ganar y cuando se mantiene uno en la lucha; porque no se pierde, sino se miden fuerzas. En esta oportunidad, los pequeños perdieron y en nada se midieron. Pocos días antes, Italia nos había dado una gran lección de renuncia y unión, para vivir una gran victoria. Acá, en nuestra pequeña política, mínima y mezquina, ese horizonte de grandeza, no despunta aún como una posibilidad por lo tanto, no amanece en nuestro horizonte el nacimiento de estadistas sino tan solo vemos a minúsculos interesados en sí mismos.

Cabe resaltar la infinita gama de agrupaciones regionales que muestran la poca llegada de los partidos clásicos que vemos en Lima y que carecen de visibilidad en el interior del país. Cierto es que dichas agrupaciones, las de “antes”, no han expuesto ni aportado a grandes personalidades que pudieran significar un elemento de arrastre para sus representantes ediles y regionales. No obstante es necesario señalar que este proceso electoral no es poca cosa. Se ha elegido a las autoridades con las que la población tiene, realmente, contacto. Son sus auténticos voceros, los que encarnan sus sueños y esperanzas; con los que se identifican más y tienen, en la práctica y en la realidad, más autoridad y poder que cualquier parlamentario y que cualquier ministro, máxime en un momento de tan alta rotación, que impide llegar a conocer a quienes se hacen cargo de cada cartera.

Creo que se ha dicho poco de lo importante que ha sido el rol de los personeros que han sido quienes han defendido los votos y han tenido la representatividad del elector que, en el proceso anterior se sintió altamente violentado. Un sector de la prensa y la Fiscalía, fueron de gran valor este 2 de octubre.

Hay un detalle que deberá ser revisado tanto por los candidatos como por las agrupaciones políticas y por quienes han dirigido mediáticamente las campañas, pues lo que hemos visto a nivel de mensajes ha sido entre ostentoso, falaz, equivocado, grandilocuente, falso, ridículo y equivocado; en pocos casos se ha visto un mensaje claro, cierto y contundente. Uno que llamó mucho mi atención fue el de una candidata que se señalaba como “la mujer que (tal distrito) necesita”. Me pregunto, ¿votaríamos por ella solo por ser mujer o porque ofrecía capacidad, demostraba experiencia, o aunque fuera ganas de hacerlo?

Tenemos por delante cuatro años de gestión regional y edil en un panorama nacional incierto y no poco convulso. Y debemos saber qué podemos exigir a los alcaldes y gobernadores regionales, cuyo campo de acción está delimitado tanto por la norma como por la capacidad económica de cada municipio y región. Algunas son sumamente ricas y han dilapidado el dinero creyéndose dueños de lo que es, de alguna manera, del Perú. Cuidado con la incapacidad de gestión y el robo porque no solo se roba dinero, se roba ilusión, se roba futuro, se roba esperanza.

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