Castilla mató a arequipeños que resistieron a la Confederación Peruano-Boliviana

Por Carlos Meneses Cornejo
Fueron 3 mil los que murieron en el enfrentamiento cívico-militar.
ESPECIALES DE AREQUIPA: Los arequipeños que yo conocí
Ramón Castilla fue el militar y político peruano más importante del Siglo XIX. Eran los tiempos iniciales de la República y el 29 de junio de 1857, Castilla dejó la Presidencia del Perú, se traslada a Arequipa y bloquea el abastecimiento de agua a la ciudad.

En el año 1858, entre el 5 y 7 de marzo, Ramón Castilla y sus tropas combatieron a las fuerzas revolucionarias de Arequipa enviadas por Vivanco y su columna de los inmortales conformada por alrededor de 3 mil arequipeños.
Entonces tenía Arequipa 30 mil habitantes de los cuales se calcula que murieron 3 mil en un combate sangriento y despiadado. Castilla había calificado a Arequipa como una burra blanca en medio de un alfalfal. El pueblo arequipeño que estaba en contra de Ramón Castilla fue convocado por los toques constantes de campanas de la Catedral de Arequipa.
La resistencia de la ciudad provocó que Castilla suprimiera en la organización política y territorial de la República al departamento de Arequipa y solo reconoció a la provincia de Arequipa que la trasladó a Islay, también abolió la Corte Superior de Justicia de esta ciudad.
El mariscal Ramón Castilla y Marquesado había nacido en Tarapacá y era arequipeño de nacimiento, ya que en ese tiempo Tarapacá, Arica, Tacna y Moquegua eran parte de la Intendencia de Arequipa.

Castilla se casó con la dama arequipeña Francisca Diez-Canseco y Corbacho y cada vez que venía a la ciudad gustaba vivir en Tiabaya, donde también habitaba Victoria Tristán de Echenique, esposa de José Rufino Echenique Benavente y por el mismo tiempo vivió Juana Pérez de Palza e Infantas, quien contrajo nupcias con Felipe Santiago Salaverry, otro líder de aquellos tiempos y que fue fusilado en la Plaza de Armas de Arequipa.
Los opositores a Castilla que eran partidarios de Vivanco, hicieron saber a Castilla que no lo querían de general y ante el enojo de Castilla lo nombró mariscal de Yumina, un pueblo pequeñito de un cerro cercano de donde se habría de nutrir de agua potable a la ciudad.
En el conflicto, Castilla se enteró que algunos de sus enemigos políticos se habían refugiado en el Templo de Santa Rosa, un monasterio dominico que se negó a colaborar con él, lo que determinó que todo el regimiento de los inmortales pereció en la batalla que se libró en las calles de la ciudad.
En el conflicto cívico-militar se dice que Castilla ordenó atacar el convento para tomar presos a sus defensores y que de las balas se salvaron las monjas que habitaban ese recinto gracias a la protección de un niño que era divino y que impidió que las proyectiles penetraran los muros del monasterio.
Ese niño era conocido como el Niño Cabezoncito que tiene fiesta y procesión hasta ahora y es llevado en recuerdo de la tragedia cívica-militar que ocurrió en un día domingo 7 del año de 1857.
La escritora María Nieves y Bustamante en su novela Jorge, el hijo de pueblo consigna el número de víctimas de la jornada y la resistencia que hizo la ciudad a Castilla.
